Y los mapas me llevaban y los libros me enseñaban y mi
abuelo me contaba,que la tierra que pisaba estaba llena de batallas.
Y de niño, sin saberlo, con las balas encontradas en
las cuevas y echadas a la hoguera, jugábamos a la guerra
de¨Birmania¨, la tele nos enseñaba.

Anselmo,mi abuelo.
Sin el todo esto no
estaría ocurriendo.
Existían cerca de Romanillos, en el barranco Bramudos,unas cuevas de la guerra conocidas como del Champiñón. Las cultivaba Gregorio, que recogía la basura en Majadahonda, con la que hacia el mejor compost. Y en las no utilizadas, cogíamos murciélagos y balas que aun estaban allí guardadas.
Los viejos del lugar se acordarán de ¨Grego¨el del camión.
Yo vivía cerca de Cabeza Manilla,próximo al vértice
del mismo nombre, en la linde Boadilla – Majadahonda.

Trinchera.

Romanillos.
Sin el todo esto no
estaría ocurriendo.
Existían cerca de Romanillos, en el barranco Bramudos,unas cuevas de la guerra conocidas como del Champiñón. Las cultivaba Gregorio, que recogía la basura en Majadahonda, con la que hacia el mejor compost. Y en las no utilizadas, cogíamos murciélagos y balas que aun estaban allí guardadas.
Los viejos del lugar se acordarán de ¨Grego¨el del camión.
A menudo
salíamos al campo en nuestras ¨bicis¨, otras andando a por setas
guiados por Garces ; oliendo a tomillo y a jara, el aroma de mi
niñez.
En una ocasión fuimos en busca de un pueblo
abandonado,cuatro casa derruidas, increíble la aventura. Lanzados
por una llanura, a todo pedalear entre cardos y chaparras.Rezagado
con alguno mas, pudimos observar como desaparecían los mas
adelantados,tragados por la tierra . Al llegar, nos los encontramos
entre risas y alaridos en el fondo de una enorme zanja que no
pudieron evitarla, la trinchera de la guerra no nos dejo pasar.
Romanillos era duro de alcanzar. Heridos leves y bicicletas mal
trechas,se arruino nuestra excursión.
Ruinas en Romanillos con el castillo del Aulencia al fondo.Trinchera.
Romanillos.